Uno de los tópicos más habituales es que a los gays no nos gusta el fútbol. De hecho, estos días pasados que fue Eurovisión, leí en prensa un titular que decía algo así como que el festival era para los gays como una final de Champions para los heteros, y no estoy del todo de acuerdo.
Sí que es cierto que yo para jugar al fútbol siempre he sido bastante negado. De pequeño, de hecho, era de los que no nadie quería elegir para jugar en su equipo (qué pena más grande…), aunque se me daban mejor otros deportes, como el baloncesto o el voley.
Pero otra cosa es el fútbol como espectador, donde siempre me he sentido más cómodo.
Es verdad, he de reconocerlo, que me acerqué al fútbol por un partido televisado del Atlético de Madrid en el que, no sé si era el tipo de pantalón o qué, los jugadores marcaban bastante paquete. Aquello en su momento me dejó pegado al televisor durante todo el partido y reconozco que, a partir de entonces, empecé a aficionarme.
Pero todo cambió el momento en que acudí con un colega al campo por primera vez y aquél ambiente me encantó. No tenía nada que ver a verlo en el sofá. Los cánticos, la camaradería, y el buen rollo en general fue algo que me atrapó enseguida.
Tanto que llegué, durante una etapa de mi vida, a ser como medio hooligan, de los que se llegaban a pintar la cara y todo con los colores de su equipo.
Pero claro, yo seguía siendo gay, y la cabra siempre tiraba al monte…
Recuerdo una vez que vi el partido desde la parte baja del campo, al lado del banquillo, y de aquel partido no recuerdo el resultado ni nada, pero sí de los jugadores a dos palmos de donde estaba yo, y cómo vi a varios sin camiseta o sin pantalón (pues se cambiaban allí mismo y no pasaba nada). Ese morbazo es de los que no se olvidan fácilmente.
Por eso me quedé flipado una vez por un programa que hacían que se llamaba “Ver para creer”, presentado por Inés Ballester y Liborio García (qué gran nombre…), en el que hablaron de un equipo de fútbol de segunda o tercera categoría, inglés, que había decidido comercializar un vídeo de su equipo con escenas subidas de tono.
Y es que para sacarse unas pelas, se habían grabado durante un entrenamiento habitual, con momento vestuario incorporado, e incluso en el programa sacaron algunas escenas del vídeo en el que salían los jugadores totalmente desnudos.
Hasta el momento yo ya alucinaba cuando en las celebraciones salían las duchas y los jugadores de cualquier equipo ligeros de ropa, y mi imaginación ya hacía de las suyas, pero saber que se estaba comercializando un vídeo con escenas de ese tipo, me calentó un montón.
Recuerdo además que los jugadores, en el reportaje, se medio quejaban porque habían preguntado sobre cómo iban las ventas, y les habían dicho que la inmensa mayoría de compras las habían hecho hombres, claro, cuando ellos pensaban que iban a ser las chicas quienes iban a acudir en masa a las tiendas…
Este vídeo en cuestión salió en una época en la que no existía aún Internet, así que cuando llegó la época del emule y todo lo demás, mi objetivo número uno fue encontrarlo, y hasta el momento siempre he fracasado.
Pero lo que son las cosas que en una de estas búsquedas di con una película actual que parece una versión mejorada de aquel vídeo. Se llama “Fulboy”.
En realidad trata de lo mismo: una concentración de un equipo de fútbol argentino de tercera división, en el que no se oculta absolutamente nada.
Dirigida en 2015 por Martín Farina, director de documentales (y hermano de uno de los futbolistas del equipo), la película se podría definir como una auténtica mierda.
No sé si realmente lo que querían hacer era una especie de crítica (o no) de la situación del fútbol actual, pero vamos, como si lo hubiesen hecho adrede.
La voz en off, parece sacada de una redacción de un chaval de 10 años del colegio (el tono de voz, entre aburrido y desganado, tampoco ayuda mucho).
Las conversaciones entre futbolistas tienen momentos de auténtica vergüenza ajena (el momento metafísico en el que hablan de “prejuicios de los prejuicios” es de traca; o cuando hablan de los sacrificios que tienen que llegar a hacer…)
Incluso tiene escenas que no sé si son de burla pero resultan bastante patéticas (por ejemplo cuando comparan el hecho de estar concentrados en el hotel con la “libertad” de los albañiles que están en el exterior, aderezado con una imagen de un colgante de Bulgari, o el momento “gracioso” en el que uno se suena los mocos con billetes…)
Tienen tantas cosas malas, que podría estar criticándola hasta mañana, pero tiene dos cosas que la salvan: los futbolistas están todos muy bien y en muchas escenas se les ve todo (y cuando digo todo, es TODO).
Y es que esta película es la cosa más homoerótica que había visto yo en mucho tiempo. Tiene escenas de duchas en HD que son una maravilla (la primera al poco de empezar), de cambios de ropa en los vestuarios, de primeros planos de sus piernas siendo masajeadas, de luchas en calzoncillos sobre la cama, de tíos en bañador blanco saliendo de la piscina y secándose muuuuy lentamente ante el objetivo…
Realmente, si os digo la verdad, no sé muy bien para qué tipo de público estaría dirigida la película, pero supongo que como en el caso de la película del equipo inglés, los que más la vamos a disfrutar con diferencia, somos los gays.
Y si alguno, como yo, es futbolero y también tenía esa fantasía de ver por dentro todo ese mundillo, pues mejor que mejor.
Os dejo por aquí el trailer por si queréis echarle un vistazo.
Los comentarios, aquí debajo o en mi mail: gayalguien@hotmail.com.