Aunque en general siempre daba con buena gente cuando quedaba con tíos, sí que es verdad que echando la vista atrás, sí que tengo también recuerdos de algunos que me salieron bastante rana.

Uno de estos últimos fue un tío que por el chat me pareció bastante agradable pero que cuando nos conocimos en persona me agobié bastante.

Alfonso se llamaba y me comentó que era médico. Me habló al principio mucho de su trabajo pero no recuerdo cómo la conversación degeneró bastante hasta acabar hablando de sexo, de lo que le gustaría que le hicieran y lo que le gustaría hacerme a mí.

Yo como muchas veces me calentaba con nada, enseguida le dije que porqué no quedábamos y me lo hacía en persona y allí que me fui (ya os he comentado varias veces que en pocas ocasiones me he traído gente a casa -manías que tiene uno-).

Nada más llegar, me sorprendió mucho la pinta que tenía este tío. Aparte de que era evidente que tenía más edad de la que me había dicho (eso es un clásico por internet), el aspecto tanto de su casa como de él eran un tanto…extrañas.

Aparte de que me abrió la puerta llevando sólo unos calzoncillos negros de rejilla para así en teoría calentarme desde el minuto uno (la verdad es que el efecto fue justo el contrario), hablaba de una forma que no sé si estaba drogado o pensaba que era sexy su forma de arrastrar las palabras.

Su casa, mientras, era como una mezcla entre síndrome de Diógenes y la casa de Alaska y Mario. Todo con un toque así como kitsh, pero en plan descuidado, guarro, como si estuviese en medio de una mudanza eterna.

De hecho le pregunté si se estaba trasladando o algo y me dijo que no, que vivía ahí prácticamente toda su vida, y como que no entendía mi pregunta…

Me llevó a su comedor y aquello ya era esperpéntico. Aparte de que no he visto persona con tan poco gusto para los colores (no me considero decorador ni nada pero es que la mezcla de telas de cebra y leopardo hacían daño a la vista…), hacía un olor como a cuarto cerrado que echaba para atrás. Las paredes más mierda no podían tener, y si en su momento habían sido blancas, ahora tenían un color entre pardo y gris oscuro. Había incluso restos de comida sobre la mesa, que yo pensé que ya le podría haber dado por arreglar un poco la casa si esperas visita, pero bueno.

A esas alturas yo ya estaba pensando de qué forma largarme de allí sin que se sintiese molesto, pero he de reconocer que a pesar de todo, el tío tenía un muy buen cuerpo y con dos arrumacos que me hizo, ya pensé lo típico de «en peores plazas te has corrido has toreado»…

Fuimos a su habitación y, por suerte, era lo mejor de la casa (aunque eso no quería decir mucho), y aparte de cierto desbarajuste de ropa sobre una silla, un armario que sería de su abuela, y un orinal de cerámica en un rincón, la cama parecía limpia.

Empezamos a darnos el lote y al poco de empezar, el tío sin querer le dio una patada a un vaso con agua que tenía sobre su mesilla, rompiéndose en mil pedazos. Entre que se fue a por la escoba y el recogedor a a arreglar un poco el estropicio, a mí la verdad es que se me empezó a bajar el calentón. Para colmo empecé a ver los libros que tenía en su estantería y eran la mar de extraños todos, con muchos libros de sectas, de apariciones marianas y de temas de extraterrestres.

Ya volvió otra vez y a mí entre unas cosas y otras ya no me apetecía hacer demasiado en esa casa. Se lo comenté de buenos modos, pero por lo visto a él le daba igual lo que yo quisiese o no quisiese hacer, así que me dijo que al menos me quedase hasta que se hiciese una paja porque le daba morbo que yo me quedase a verlo.

Y ahí me quedé, de pie al lado de su cama, como un pasmarote, mientras él se hacía una gayola a dos manos…

Una vez acabó, le dije que me alegraba si él había disfrutado, pero que yo ya me iba.

Sí que antes de irme le pregunté si realmente era médico y ejercía (más que nada por no ir nunca a su lugar de trabajo) y él, muy ofendido, se fue hasta otra habitación y me sacó, llena de polvo, la Orla de su promoción de Medicina.

Se ve que a pesar de ser más raro que un perro verde, el hombre tenía su orgullo y amor propio, claro.

Los comentarios, aquí debajo o en mi mail: gayalguien@hotmail.com

8 comentarios en “En la casa

  1. Pues ni una capea ( en términos taurinos) eso no era ni plaza de pueblo. jejejeje

    Mucho aguante tuviste , yo no duro ahí ni diez minutos entre tal desbarajuste mierduno y raruno .
    Y vamos no me digas lo kitsh que quedaba el orinal en la esquinita de la habitación…… jejej

    Un retomado saludo y feliz semana.
    Juan

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  2. Cosas así me ha pasado alguna vez a mí con chicas.
    A ver… yo no es que sea un maniático de la limpieza, pero no puedo evitar pensar «Si así tiene la casa… ¿será igual de descuidada con el resto de cosas?… higiene, cuidados sanitarios, bla bla bla…» Y se me baja todo.

    Pero si, al igual que tú a mí también me ha pasado que con un calentón de los gordos ya en casa de una rusilla he dicho… Palante!… pero luego me siento peor conmigo mismo por haberme dejado llevar únicamente por mi mentalidad de jodienda.

    Así que nada… otra vez me volvió a pasar y ya ahí si fui capaz de decir: Hoy no. Lo dejamos para otro día en mi casa.

    Pero estas cosas son buenas para que nos demos cuenta que no todo el mundo es limpio y ordenado. Por diversos trabajos que he tenido de ir puerta a puerta he entrado en muchas casas que he pensado… ¿pero como cojones puede vivir esta persona así? Es para flipar!

    Saludos Pablo!

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  3. A ver, una cosa es ser un poco descuidado y otra ser un puto guarro. Y si a eso le metes una decoración como de puticlub malayo ya para que pedir más. De hecho una vez me pasó de quedar con uno, ir a casa, ver que estaba todo sucísimo y quedarme ahí de pie y cuando el tío me dijo de sentarme contestarle que no quería quedarme pegado y que mejor me iba.

    Besotes.

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  4. Vaya tela la historia, pero lo cierto es que este tipo de anécdotas son más frecuentes de lo que cabría esperar. Es la parte negativa de internet y el anonimato: las mentiras. Esos tíos que te dicen que tienen 29 años, pero están ya metidos en la cuarenta y tu piensas: «vale, sí, para tener cuarenta y pocos te conservas bien, pero ni de broma aparentas tener ventimuchos». A muchos esto no les acaba de quedar claro.
    Suficiente paciencia tuviste, creo yo… Habitualmente si me encuentro con un escenario nada propicio, como fue la casa y el tío con el que diste, me hubiera largado de allí de la mejor y educada manera posible.
    Un saludo!

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    1. No sé si es paciencia, empatía o que soy medio tonto, pero siempre me sabe muy mal dejar a la gente tirada y por eso muchas veces he aguantado demasiadas cosas. Uno, que está configurado así…
      Un saludo.

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